Circulara
las autoridades locales de todos los departamentos
Yalí, 23 de mayo de 1927.
Autoridades locales de todos los
departamentos.
Muy señores míos:
Tengo el gusto y la satisfacción
de saludarlos afectuosamente después de
haber llevado a cabo una afortunada
cruzada frente a las columnas enemigas
de la que diré a ustedes un detalle a
grandes rasgos, para que no ignoren la
actual situación del movimiento político
militar que atraviesa nuestro país.
El 11 de marzo salí con mi
Ejército rumbo al campamento de general
Moncada: la suerte estaba de parte mía y
en el lugar llamado el Bejuco logró mi
Ejército romper las cadenas que ahogaban
la revolución. La sorpresa de ellos fue
grande al ver flamear la bandera de la
libertad en el corazón de sus
campamentos; desde ese momento las
fuerzas constitucionalistas se llenaron
de entusiasmo, y cada día se celebraba
un combate a favor nuestro. El momento
decisivo estaba próximo; la última
campanada había llegado para el
conservatismo, puesto que el Ejército
Liberal contaba con siete mil hombres
bien equipados y rebosando de
entusiasmo, mientras ellos sólo contaban
con mil y tantos hombres propensos más
que a luchar, a la deserción, de modo
que el triunfo era nuestro en toda la
línea.
Habíamos
vencido; pero he aquí que cuando nos
disponíamos a hacer el último empuje y
entra triunfantes al Capitolio de
Managua, el Coloso Bárbaro del Norte, o
sea los norteamericanos, viendo que las
fuerzas del gobierno perdían sus
posiciones, y teniendo aquellos
compromisos con Adolfo Díaz, propusieron
al general Moncada un armisticio de
cuarenta y ocho horas para tratar de la
paz de Nicaragua. Esto se prorrogó por
cuarenta y ochco horas más. Como
resultado de esas conferencias se han
sentadas las bases siguientes: Primero.
Desarmar al Ejército Conservador,
dejándonos a nosotros ocho días para
efectuar el desarme de la revolución
mediante estas bases; el gobierno daría
al liberalismo seis departamentos:
Jinotega, Matagalpa, Esteli, Ocotal y
Leon y la Costa Atlántica; además, dos
ministerios, el de Gobernación y el de
Guerra, este último ofrecido al general
Moncada, el cual no aceptó, quedando
siempre Díaz en la presidencia.
Como comprenderán, la aceptación de
tales proposiciones necesitaba la
aprobación de todos los jefes de la
revolución. Para esto se llevaron a cabo
en Boaco unas conferencias para tratar
de la aceptación o no de las bases. Y
como mi campamento estaba un poco
retirado de Boaco, no concurrí a las
conferencias, pero me encontré con la
resolución de la mayoría de los jefes,
que es ésta: no aceptar a Díaz como
presidente de Nicaragua. La resolución
del coronel Stimson, enviado especial
del gobierno norteamericano, reconoce
perfectamente nuestro triunfo, pero
habiendo el Departamento de Estado
reconocido del gobierno de Díaz, está en
el imprescindible deber de sostenerlo en
la presidencia por la moralidad de sus
compañeros; pero prometen el gobierno de
los departamentos referidos; además, la
libertad absoluta de imprenta y
controlar las futuras elecciones; que de
seguro el triunfo en esa lucha cívica
será nuestro porque contamos con la
mayoría.
El A.B.C. del la América del Sur, o sean
las repúblicas de Argentina, Brasil y
Chile, han gestionado ante el
Departamento de Estado norteamericano
para actuar como jueces en los asuntos
de Nicaragua, lo que fue aceptado por
ellos. Estos prescindirán de Sacasa y
Díaz y propondrán, sí, un gobierno
liberal. Mi resolución es esta: Yo no
estoy dispuesto a entregar mis armas en
caso de que todos lo hagan. Yo me haré
morir con los pocos que me acompañan
porque es preferible hacernos morir como
rebeldes y no vivir como esclavos . . .
Mientras
tanto, permaneceré aquí esperando la
determinación del coronel Stimson
respecto a nuestro asunto.
Affmo. Compañero y amigo,
A.C. Sandino
(firma y sello)
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