La
muchacha de San Rafael del Norte, Blanca Aráuz
[18 mayo de 1927]
Ya conocía yo a Blanca Aráuz,
telegrafista del pueblo de San Rafael
del Norte. (Era una chica muy simpática,
de diecinueve años de edad.)
El frío de los llanos de
Yucapuca es casi polar.
Después de los tres referidos
combates de ese lugar, me vi obligado,
por el frío, a desocupar las posesiones
de Yucapuca, reconcentrando a mis
Fuerzas en San Rafael del Norte. Desde
allí desplegué nuevas actividades.
Teníamos restablecida la
comunicación telegráfica de los dos
Departamentos, a excepción de la propia
ciudad Jinotega.
En casa de Blanca me hospedaba
con mi Estado Mayor. Allí mismo estaba
instalada la Oficina Telegráfica.
Largas horas del día y hasta de
la noche permanecía yo frente a la mesa
en que trabajaba Blanca. Mis
conferencias eran muchas por telégrafo,
con las diferentes partes de los
Departamentos mencionados.
Así me enamoré de Blanca y fue
mi novia.
Blanca ya sabía de mi llegada y
no quiso estar en la mesa del telégrafo.
En su lugar trabajado un hermano suyo,
que también es telegrafista.
Entregue mi caballo a un
asistente y pase sin ayudantes a la
sala, creyendo encontrar en ella a
Blanca. Pero no estaba y en su lugar me
recibió Lucila, una de sus hermanas. Le
pregunté por Blanca, y me invitó a que
pasara a tomar una cena, que ella en
persona me preparaba.
Blanca me recibió con un beso,
diciéndome que Lucila había ofrecido a
la virgen de Mayo una misa de tropa el
día que yo llegara sin novedad. Le di
las gracias por los buenos sentimientos
de su hermana y le ofrecí que para el
segundo día, a las ocho de la mañana,
estaría listo mi Ejército para ir al
templo a oír la misa ofrecida por ellas.
Enviamos
a exponerle nuestro propósito al cura
del pueblo, y él aceptó gustoso celebrar
la misa. Era un cura de apenas veintidós
años.
Los gastos de la misa se
hicieron por mi cuenta y al segundo día,
a la hora fijada, mi Ejército oía misa
respetuosamente. Durante la ceremonia de
la misa, hubo salvas de fusilería y
ametralladoras.
La misa estuvo regia. Yo mismo
estuve a oírla.
Al día siguiente de celebrada,
ordené ciertas movilizaciones y
permanecí en la población como en
tiempos de Paz.
El día 18 del mismo mes cumplí
32 años de edad, y ese mismo día
contraje matrimonio con Blanca en el
templo de San Rafael del Norte.
A las dos de la mañana del 18 me
dirigía al templo con Blanca y los
padrinos, en medio de un acompañamiento
familiar.
Los habitantes del pueblo no
sabían que nosotros nos casábamos.
Solamente al jefe del día le
había yo ordenado que no interviniera si
miraba abrir las puertas del templo en
las primeras horas de la madrugada.
A la hora anotada, en que me
dirigía al templo, el ambiente estaba
frío y neblinoso. Encontramos la iglesia
profusamente iluminada. Respiré el olor
del incienso y de los cirios que ardían.
El olor de las flores que adornaban al
templo y los perfumes diversos que
llenaban el aire, me recordaron los días
de mi infancia.
El cura me invitó a la
confesión. Me confesé. Lo hice
sinceramente.
Los padrinos y nosotros nos
postramos ante el altar.
Blanca vestía traje y velo
blanco y corona de azahares.
Yo tenía mis armas al cinto y
vestía uniforme de montar, de gabardina
color café y botas altas de color
oscuro.
Seis de mis ayudantes me
acompañaron a la iglesia.
Salimos del templo y en la calle
me sentía como nuevo. Me parecía ir
caminando en el aire. En el atrio de la
iglesia había diez caballos ensillados.
Eran del jefe del día y sus ayudantes.
En la esquina de una calle ya había
muchos muchachos de mi ejército que nos
felicitaban a nuestra pasada. Cuando
entrábamos a casa de Blanca se
escucharon en todo el pueblo disparos de
fusilería, pistolas y ametralladoras,
hechos sin mi consentimiento, pero
comprendí que eran motivados por el
entusiasmo de mis muchachos y no dije
nada.
Por todas partes se escuchaban
entusiastas vivas, y nos llegaron
innumerables felicitaciones.
No
participé mi matrimonio al público,
porque quisimos que fuera un acto de
absoluta intimidad.
Dos días después abandoné a mi
esposa para internarme en las selvas
segovianas, donde he permanecido
peleando en defensa del honor de mi
Patria.
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